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2007-05-26 08:43   Ramiro Gallo y el Tango Joven

Acaso por influencia de la danza, al tango se lo presenta como "renacido", aunque ese renacimiento, si nos atenemos a lo que publica la mayoría de los sellos discográficos, responde más a una perspectiva museológica que a reflejar nuestras vidas actuales. Y si no imita a las formaciones y arreglos clásicos, electrónica y malos bandoneonistas mediante, se maquilla un poco como para matizar su indigencia.

Así las cosas, el trabajo del violinista, compositor y arreglador Ramiro Gallo es sin duda uno los más importantes de la actualidad. Integró, entre otros, el grupo El Molino (junto con el gran pianista y compositor Carlos Aguirre), el trío Vázquez-Gallo-Barbiero, el grupo Indigo, la Orquesta del Tango de la Ciudad de Buenos Aires, el sexteto Juventango, la Orquesta Escuela de Tango y —entre 1997 y 2005—, el grupo El Arranque, del cual fue primer violín y arreglador.

Ya como líder de su propio quinteto, Gallo (Santa Fe, 1966) grabó tres discos (Florece, Espejada y Raras partituras, editados por Epsa), de los cuales el primero contiene un fragmento de la "Suite Borgeana", composición que estrenara con el trompetista Wynton Marsalis y la Lincoln Center Jazz Orchestra, de Nueva York.

En el contexto del 6ø Festival Buenos Aires Jazz y otras músicas, que termina mañana organizado por el gobierno porteño, gracias al enorme esfuerzo realizado por la Universidad Nacional del Litoral, Gallo presenta localmente esa obra, con el Santa Fe Jazz Ensamble, una big band creada en 1981, dirigida por el trompetista Pedro Casís. La cita es mañana a las 19.30 horas en el Escenario Celeste del Espacio El Dorrego (Av. Dorrego y Zapiola), con entrada gratuita, sujeta a la capacidad del predio.

- —¿Cómo fue que compuso la obra que tocó con Wynton Marsalis y la orquesta del Lincoln Center?

- —La idea ya la tenía desde hacía tiempo. Quería realizar un homenaje musical a Borges, del cual soy ferviente admirador. En esos años estaba tan enganchado con leer a Borges que no podía leer otra cosa, ya que fuera de él todo me parecía superficial. Cuando tuve dos movimientos terminados, aunque no orquestados para la formación que finalmente usé, surgió la propuesta del concierto con El Arranque y la Lincoln Center Jazz Orchestra. En el mismo, Marsalis quería incluir una obra de tango moderno, y sugirió que podría no ser de Piazzolla. Entonces nuestro productor, Ignacio, le dijo que yo tenía esta obra terminada. Tuve que terminarla un poco contra el reloj y en el medio de una gira por Holanda, con la computadora del grupo, mientras los demás recorrían los museos.

- —¿Con qué se encontró al trabajar para una big band de jazz que no conociera en las orquestas de tango con las que había tocado?

- —Si bien tienen historias con muchas cosas en común, son las diferencias entre el tango y el jazz las que abren un terreno donde vale la pena encontrar posibilidades para explorar. El tango es un caso atípico de música popular y bailable, donde no hay instrumentos de percusión, y donde la expresión subordina al tempo, y crea una infinidad de recursos musicales a su servicio. En el jazz en cambio, el tempo está llevado por una base rítmica constante. La decisión fue entonces que las dos orquestas conversaran principalmente desde lo tímbrico, dejando los recursos rítmicos más tangueros a cargo del grupo de tango, e incorporando los recursos expresivos de los instrumentos de la big band al discurso tanguero. Supongo que, al tener algo en claro esos elementos —y con un poco de inconsciencia en otros—, me he animado a componer esa obra, con mi conocimiento del género de ese momento. Hoy quizás la encararía de forma distinta.

- —¿Cómo fue trabajar con Marsalis y sus músicos?

- —Con ellos descubrí un grupo de profesionales increíbles, respetuosos, cálidos, y dispuestos a ensayar con la mayor seriedad y concentración a lo largo de doce horas diarias corridas. Con los pocos días que teníamos era la única manera de lograr el objetivo. Da como para pensar, sobre todo cuando hay quienes sostienen la ridícula idea de que "es más profesional el que puede tocar sin ensayar". En este sentido, la Santa Fe Jazz Ensamble tiene la misma actitud de total entrega y seriedad, lo que lleva sus interpretaciones a un gran nivel.

- —¿Cuál es su relación con esta última orquesta y por qué decidió reproducir en vivo con ellos esa obra?

- —A muchos de los músicos de la big band los conozco desde hace muchísimos años. Con algunos nos hemos formado juntos en las mismas escuelas de música santafecinas como eran en aquél momento y en el presente la Orquesta de Niños de la Prov. de Santa Fe, y el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. Hay uno de los integrantes a quien conozco desde el día en que nací, como es el caso de mi hermano Javier, que integra la línea de trompetas. Pero además de todo esto, en ocasión del estreno de la obra en Nueva York, su director, Pedro Casís, estuvo muy cerca del proceso creativo, respondiendo a mis consultas, brindando su consejo, ya que fue la primera vez que escribí para una big band. Finalmente como para completar todo, tanto él como mi hermano, y familia, se vinieron a Nueva York y estuvieron en los ensayos y conciertos, haciéndome sentir como en casa en semejante acontecimiento que fue una verdadera bisagra en mi carrera.

- —Acaba de grabar un disco con cantantes, dentro del proyecto de recuperación del patrimonio de la Biblioteca Nacional, ¿qué otros planes tiene por delante?

- —Estoy preparando un disco de orquesta típica que aún no tiene fecha, donde grabaremos la obra Proyecto Tango, que estrenamos en el festival de Tango de Buenos Aires 2007. Estoy escribiendo una obra para quinteto solista y orquesta sinfónica, a estrenar este año, preparando algunas giras para el año que viene, algunas con la compañía No bailarás y el espectáculo Grotesca pasión trasnochada, con música mía. Sigo componiendo para el quinteto (ya tenemos material para un nuevo disco) y tengo en mente otro de canciones donde me sigo animando a escribir, además de la música, las letras.

Nota de Clarín

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