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2007-08-21 09:22   El tango se quedó sin letra ?

Yo creo que el tango canción ya fue. A los tangueros nos pasa como a los fanáticos de la ópera. A mí me gusta mucho, y me siguen gustando las óperas de Verdi, Puccini, Mozart. Ya no son de nuestra época, pero me siguen gustando. Porque son clásicos, y el tango es un clásico" -dice a Ñ el poeta e historiador del tango Horacio Salas-. "Ya no existe la posibilidad de que Troilo componga con Homero Manzi porque cambió la Argentina, cambió el mundo. Esto es nuestro patrimonio, pero es el patrimonio hecho en los cuarenta, en los cincuenta. Tal vez una de las últimas creaciones sea La última curda, de Cátulo Castillo, que es de 1956. Y después hay dos poetas que me parecen muy importantes, con una obra sólida: Horacio Ferrer y Eladia Blázquez. Son muchísimos los temas de Eladia a rescatar, y La balada para mi muerte, de Ferrer, es un tema casi perfecto. Eladia ahora tendría setenta y largos, y Ferrer es del 33. Son los dos que le dieron a las letras el último empujón".

El sábado 21 de agosto de 2004, Ñ tituló en su tapa "Ultimo tango en Buenos Aires". En la bajada, se detalló: "Más de mil letristas de tango escriben sobre una Buenos Aires diferente: la de los shoppings y los cartoneros, la de la globalización y la miseria, la de las nuevas sexualidades". Tres años después, hay más letristas, entusiastas y fervorosos, pero la calidad poética -salvo raras excepciones- es pobre, y su difusión casi nula. El profesor uni versitario Oscar Conde, autor del libro Las poéticas del tango, es tajante: "Hoy te van a decir que hay miles de letristas. Han formado hasta una Asociación de Letristas, apadrinados por Horacio Ferrer. Pero el tango como género popular ha muerto. Está vivo como música tradicional de Buenos Aires, pero no como música popular. Alguien te puede decir me compré un disco de Cerda Negra, que son pibes de 20 años que tocan alucinantemente bien, pero hacen un tango de los cuarenta, con su onda; hay innovaciones en el plano musical, pero no en el poético. Las letras, para ser 'modernas', hablan de computadoras y de Internet. Un joven de hoy escucha cumbia villera, rock nacional o música internacional. Con Ferrer se cierra el ciclo de buenos letristas. Están, también, Eladia Blázquez y Héctor Negro, pero con menos repercusión popular. No me quiero olvidar de dos grandes autores, famosos en otros géneros: Cacho Castaña y Chico Novarro. Café La Humedad y Un sábado más son dos buenos ejemplos. Pero son como los últimos coletazos de letras con contenido poético, que coinciden además con la música, en el marco de los tres minutos que exige el disco".

Conde cuenta una anécdota: "Una vez dije, en la Academia Porteña del Lunfardo, que había que reconocer que la mayoría de las letras de tango son mediocres. Una señora se paró y me dijo: 'Señor Conde, no le permito. Todos los tangos son hermosos'. Le contesté que me perdonara, pero hay muchísimos tangos que son pésimos. Hay tangos que son de cuarta, hay que decirlo. Esto no menoscaba al género y lo que significó como creación artística. Lo que ha producido el tango, y lo que lo distingue de otras creaciones musicales populares del siglo XX, es su universo simbólico lleno de paradigmas, de axiomas, de rigores morales, en los que creía la gente".


El tema de la nostalgia

En la ya mencionada nota de Ñ, los letristas atribuían la poca resonancia popular de sus temas a la escasa difusión que les dan en los medios, y culpaban también a las grabadoras y a "la comodidad de los músicos e intérpretes" que se niegan a asumir un riesgo. Pero Oscar del Priore, miembro de la Academia del Tango y conocido especialista en el 2 x 4, daba una definición que hoy tiene total actualidad: "Los letristas corren con la desventaja de que no hay intérpretes que arrastren multitudes como en la época de esplendor tanguero; hoy el tango dejó de ser de mayorías para ser de minorías. Cuando escucho tangos nuevos siento lo que Expósito llamaba la cancionística. Falta un gancho para que la gente memorice esas canciones, porque a veces la cosa se pone demasiado intelectual y los arreglos son muy complicados. Eladia, Cacho y Chico tienen la música bien pegada a la letra y así salen redonditos. Antes, el grueso del público se enganchaba por los cantores y las melodías, después, quizá, analizaba la letra".

Es unánime la opinión de que Pascual Contursi, con los versos de Mi noche triste, creó el tango canción. Carlos Gardel se los cantó entre el 5 y el 7 de enero de 1917, en el ex teatro Esmeralda (hoy, Maipo). Pronto fue un gran éxito popular. Contursi cuenta la historia de un abandono e instala en el tango el tema de la nostalgia y la tristeza. Hasta entonces, "no eran letras; cuando mucho era una cuarteta que se cantaba para tomarle el pelo a las pupilas del prostíbulo. Los títulos, promediado el siglo XIX, dan una idea de lo que te digo: Cachucha pelada, ¡Qué polvo con tanto viento!", apunta Salas.

¿Cuándo aparece la letra cantada? Salas responde: "Prácticamente con Angel Villoldo. Su Matufias es un adelanto de Cambalache, de Enrique Santos Discépolo, y de Al mundo le falta un tornillo, de Cadícamo. Pero todavía no era una letra de tango. Eran desplantes, como El porteñito, de 1903. Desplantes vanidosos. Después, en 1905, Villoldo escribe La morocha, a pedido, para que lo cantara una intérprete uruguaya en un espectáculo teatral". El teatro es esencial en el triunfo del tango canción: también en 1917, en una obra que protagoniza Manolita Poli, se canta Mi noche triste y el suceso es espectacular. El éxito es tan masivo, que los empresarios obligan a todos los autores a "meter" un tango, con su letra, en sus obras. Entre esos autores está José González Castillo, el padre de Cátulo, un poeta notable. Es uno de los primeros que escapan de la 'línea del abandono' y en 1922 escribe Sobre el pucho, que empieza con fuerza el tema de la nostalgia: 'Yo soy aquel que en Corrales, los carnavales de mis amores/ hizo brillar tus bellezas con las lindezas de tus primores/ Tango querido que para siempre pasó/ como un pucho consumió/ las delicias de mi vida/ que hoy cenizas sólo son'".

Para Salas, los grandes letristas son Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Homero Expósito, Enrique Cadícamo, Cátulo Castillo. "Son los nombres mayores". Pero no deja de lado a Celedonio Flores, "para una ubicación de época", y a Alfredo Le Pera, aunque -según él- éste solía plagiar El día que me quieras es una copia de un poema de Amado Nervo.


Historia en tres minutos

La letra de tango, ¿es poesía? ¿Se la puede leer sin la música? Hoy, que la danza del tango atrae y fascina a miles de turistas, la letra es la Cenicienta, la olvidada, el relleno que nadie retiene. Salas define: "La letra de tango es, primero, una historia que se cuenta en tres minutos. Cuando importantes poetas argentinos se arriman a la cancionística, le dan su personalidad. Ojo: algunas veces me han dicho que estos poetas no tienen la misma calidad de un Oliverio Girondo, de un Fernández Moreno o de un González Tuñón. Es cierto: pero ninguno de éstos tenía la obligación de ceñirse a una música para que su letra entrara en tres minutos. Pero tienen aciertos que son muy rescatables. Para mí, 1926 es un año clave en la historia del tango, y no sólo en el tango. Ese año, Ricardo Güiraldes publica Don Segundo Sombra, y Roberto Arlt, El juguete rabioso. Se publican, también, los libros más importantes por entonces de Leopoldo Marechal, y Borges está en plena creación. Y aparecen dos tangos que obran como bisagra: Viejo ciego, de Homero Manzi, y Quevachaché, de Discépolo. Mirá el verso que escribe Manzi a los 19 años: 'Tendrá crespones de humo la luz del bodegón'. De ese año también es El ciruja, de Francisco Marino, que después no escribió nada relevante. Pero éste tiene la característica de ser el primer tango con idea y estructura lunfardas".

Conde se pregunta si una letra de tango equivale a un poema. "Hace unos meses, en la Feria del Libro, escuché decir a Fito Páez que algunas letras se soportan sin la música. Y el ejemplo que él puso fue La última curda. Hay muchas letras que son bellísimas, dentro del conjunto, con la música y el cantante, pero después uno las lee y no equivalen a un poema. No tienen la musicalidad per se que debería tener un buen poema. Pero a veces se les exige a los letristas más de lo que pueden dar. Si se tiene como parámetro a la poesía culta, pierde el letrista. Pero no hay que tener ese parámetro porque el objetivo del letrista es comunicar de manera rápida, concreta, una tragedia en tres minutos. La gran pregunta es: ¿la letra de una canción popular es literatura? Rotundamente, sí. Existen por lo menos diez grandes poetas que se pueden leer sin el soporte musical: Discépolo, Manzi, Cátulo, Celedonio Flores, Cadícamo, Homero Expósito, Pascual Contursi, Alfredo Le Pera, Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y Héctor Negro".

Hay otro letrista de un solo tango memorable: Antonio Miguel Podestá, un periodista bohemio, de bolsillos vacíos, que escribió Como abrazao a un rencor. Su estribillo es exaltado por Ernesto Sábato, quien lo considera un ejemplo de ideología existencial. "Yo quiero morir conmigo/ sin confesión y sin Dios/ crucificao en mis penas/ como abrazao a un rencor/. Nada le debo a la vida/ nada le debo al amor/; aquélla me dio amarguras/, y el amor, una traición."


Rock tanguero

Pero esta filosofía, a diferencia de las décadas del 40, 50 y unos años del 60, hoy no convoca a multitudes. Conde y Salas hablan de momentos excepcionales. Se juntaron en muy pocos años, en los 20 hasta fines del 40, siete, ocho, nueve grandes poetas que coincidieron con enormes músicos y magníficos intérpretes. "Yo parangono ese momento al que se vivió en la Argentina entre fines de los sesenta y principios de los ochenta -se entusiasma Conde-. En un lapso de quince años aparecieron músicos y poetas como Luis Alberto Spinetta, Charly García, León Gieco. Ellos son los que suceden a los grandes letristas y compositores de tango en el gusto popular, en cierta sensibilidad tanguera que han conservado y que ellos reconocen. Javier Martínez dice que su máxima influencia literaria es Homero Manzi. Y uno escucha un blues de Manal y se pregunta qué tiene esto que ver con el tango. Sin embargo, el espíritu es totalmente tanguero. Avellaneda blues podría ser la letra de un tango, Niebla del Riachuelo, de Cadícamo. La letra y lo que describe es más o menos lo mismo: ese ambiente portuario decadente y gris".

El poeta Eduardo Romano (hace 17 años publicó Las letras de tango. Antología cronológica, 1990-1980), también entiende que los mejores letristas escriben para el rock nacional, "con todo lo que tienen de tanguero". Dice que el ritmo de la música y el ritmo de la palabra son muy importantes en la canción. Y el ritmo de la vida se ha modificado. "El tango cubrió una época muy extensa, pero a partir de los sesenta el ritmo es otro, y los chicos se reconocen en él, en estas palabras dichas en castellano. A veces los tangueros son increíblemente injustos: critican al rock como si en la cultura hubiese fenómenos que son esencialmente nacionales. El tango se hizo con pedazos tomados de la habanera, del tango andaluz, de tres o cuatro cosas distintas. El rock nacional tiene mucho de eso: la asimilación de una música y de unas letras extranjeras, pero que dieron un producto propio: rock nacional". ¿Y las viejas letras de tango? "La letra es un género para un público mayoritario. No puede ser una producción artística de gran calidad, porque muchos de los que escribieron se improvisaron como letristas; tienen todas las limitaciones del género, incluso las que imponen el director de la orquesta y el compositor".

El tango empieza a languidecer lentamente después del derrocamiento del primer peronismo. La industrial cultural, ya controlada por grandes empresas multinacionales, se dirige a un público joven que busca divertirse, olvidarse de las penas. Quedan, sin embargo, algunas letras de gran calidad poética, de Homero Expósito, Cátulo Castillo, Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y Héctor Negro. Son emblemáticas La última curda y Afiches.

La última letra con impacto popular es "Balada para un loco", que graba Astor Piazzolla -autor de la música- en 1970, con la voz de Amelita Baltar. ¿Ferrer es un buen letrista? "Yo creo que sí. No sé si será el último, pero ninguno de los jóvenes que lo han seguido tuvieron resonancia popular. Es como si con Ferrer terminara la historia de la letra de tango -dice Romano-. La letra y el poema son dos cosas distintas. La letra tiene que coincidir con la música. Después tiene que tener un remate. No es lo mismo escribir una novela que una telenovela. La letra tiene que tener ciertos efectos. Lo demostró, al principio, el maestro de todos, Pascual Contursi. De todos los grandes, a mí me interesa mucho Discépolo, por el vínculo que tiene con el expresionismo. Roberto Arlt, Nicolás Olivari, Discépolo; una misma poética se da con variantes en los tres, que son el grotesco y el expresionismo. Y si hablamos del aspecto lírico, creo que Manzi no tiene comparación. Y otro Homero, Expósito, es quien más sistemáticamente introduce los elementos renovadores de la poesía letrada del cincuenta. Pienso en Afiches, con ese sesgo tan novedoso que sin embargo no 'rompe' con la gente. Consiguió una sabiduría muy particular: articuló lo que viene de la tradición literaria con la sensibilidad de la gente, con sus hábitos".

No todo está clausurado, no todo empezó a morir después de 1955. Al menos, un escritor y letrista, Marcelo Héctor Oliveri -autor, entre otros, del libro El tango del tercer milenio- piensa que hoy, invierno de 2007, sobran los muy buenos letristas, los grandes cantantes, la magnífica música. "Lo cierto es que el tango de una u otra forma sigue vivo, y entre los consagrados y los por consagrarse se suman a la familia tanguera nuevos cantantes, solistas, compositores, orquestas, letristas y fans", escribe. Oliveri menciona, también, al tango electrónico, cuyo "panorama" sigue creciendo. También los cantautores: "muchísimos".

Alejandro Szwarcman, poeta y docente que enseña Letrística en la Academia Nacional del Tango, tiene una opinión distinta: "Con mucha pena, yo digo que las letras de hoy no tienen la calidad de las viejas. Además, no hay un público receptor a través del cual los letristas puedan ver reflejada la evolución de sus obras. No hay manera de cotejar la producción tanguística actual en tanto y en cuanto no exista un público que acepte o repruebe esa producción, como ocurría en las décadas del 40, del 50, hasta entrados los años 60". Szwarcman no oculta su pesimismo: "La música, la poesía de Buenos Aires, tiene un correlato directo con el tango. El mejor exponente de las últimas épocas ha sido, sin duda, Piazzolla, que reflejó el ritmo, el espíritu, la música de la ciudad. Pero no hubo un correlato en la poesía del tango, salvo en Ferrer y Negro, los últimos dos grandes poetas vivos del género".

Szwarcman, que ha escrito letras que le cantaron Rubén Juárez, Miguel Angel Trelles y Néstor Fabián, comenta con cierta pena: "Probablemente, hoy la gente no quiera escuchar la voz del tango, porque el tango ha sido siempre una música tirando a melancólica, a triste, a nostálgica. La nostálgica nos lleva por lugares mucho más espirituales, que tienen que ver con las grandes preguntas del ser humano: por qué se nos muere la gente querida, por qué un día tenemos que morir también nosotros, por qué un amor se termina, por qué la dicha primero y la pena después. En medio de las matracas, de los pitos del carnaval, uno no se puede sentar a pensar estas cosas. Y la voz del género ha sido la voz del hombre que fracasa". Y en un mundo que sólo admite el éxito, Sus ojos se cerraron, de Le Pera, le complica la vida a más de uno. ¿Y qué decir de Las cuarenta, de Francisco Gorrindo, que dice: "Aprendí todo lo malo,/ aprendí todo lo bueno,/ sé del beso que se compra,/ sé del beso que se da;/ del amigo que es amigo/ siempre y cuando le convenga..." Otra época, otro mundo, otro paisaje, otra mirada existencial.

Nota de Clarin

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