Juan D’Arienzo nació el 14 de diciembre de 1900 en el barrio porteño de Balbanera y murió en Buenos Aires el 14 de enero de 1976.
El apodo de “El rey del compás” fue una creación del “Príncipe Cubano” Angel Sanches Carreño, animador del cabaret Chantecler, donde la orquesta de D’Arienzo toco en forma consecutiva durante mas de quince años.
D’Arienzo obligo a los grandes directores de la decada del ’40 a acelerar el ritmo de sus orquestas.
A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenia todo eso.
Debemos procurar que no lo pierda nunca. Por haberlo olvidado, el tango argentino entro en crisis hace algunos años. Modestia aparte, yo hice todo lo posible por hacerlo resurgir. En mi opinión, una buena parte de la decadencia del tango correspondió a los cantores. Hubo un momento en que una orquesta típica no era mas que un simple pretexto para que se luciera un cantor. Los músicos, incluyendo el director, no eran mas que acompañantes de un divo mas o menos popular. Para mi, eso no debe ser.
El tango es música, como ya he dicho. Yo agregaría que es esencialmente música. En consecuencia no puede relegarse a la orquesta que lo interpreta a un lugar secundario para colocar en el primer plano al cantor.
Al contrario, el tango es para las orquestas y no para los cantores. La voz humana, no es, no debe ser otra cosa que un instrumento mas dentro de la orquesta.
Yo reaccione contra ese error que genero la crisis del tango y puse a la orquesta en primer plano y al cantor en su lugar. Además trate de restituir al tango su acento varonil, que había ido perdiendo a través de los sucesivos avatares. Le imprimí en mis interpretaciones el ritmo, el nervio, la fuerza y el carácter que le dieron carta de ciudadanía en el mundo musical y que había ido perdiendo por las razones apuntadas.
Por suerte esa crisis fue transitoria y hoy ha resurgida el tango, nuestro tango, con la vitalidad de sus mejores tiempos. Mi mayor orgullo es haber contribuido a ese renacimiento de nuestra música popular.
La base de mi orquesta siempre fue el piano. Lo creo irremplazable, cuando un pianista se enferma siempre tengo a otro pero si llega a pasarle algo a este también, entonces no tengo solución.
Luego el violín de cuarta cuerda aparece como un elemento vital, debe sonar a la manera de una viola o un sello.
Yo integro mi conjunto con un piano, el contrabajo, cinco violines, cinco bandoneones y tres cantores.
Menos elementos jamás y, en algunas grabaciones, he llegado a utilizar hasta diez violines.
Al tango yo lo siento así.
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